martes, 16 de mayo de 2017

La Sublevación de indios de Nicoya en 1760

La Sublevación de indios de Nicoya en 1760



 Cuando fue conquistada Costa Rica por el Licenciado Juan de Cavallon y Juan Vásquez de Coronado, hacia más de un tercio de siglo que los indios de Nicoya estaban sometidos al dominio español desde 1524, habían sido repartidos entre los vecinos de la Villa de Bruselas, primera población fundada por los conquistadores en territorio costarricense.
Las mejores encomiendas de Nicoya pasaron más tarde a poder del gobernador de Nicaragua, Pedrarias Dávila y sus herederos hasta que apiadada la Corona  de la que eran víctimas los indios, segrego el territorio de Nicoya de la Provincia de Nicaragua a mediados del siglo XVI, erigiéndolo en Alcaldía Mayor directamente sujeta a la Audiencia de Guatemala. El rey nombraba a los alcaldes mayores o corregidores en propiedad  y la audiencia tan solo a los interinos en caso de muerte o ausencia de los propietarios  y aunque los buenos propósitos de la Corona no dieron El resultado resultado, porque los gobernantes de Nicoya, en su mayor parte, no se mostraron más humanos que los antiguos encomenderos, los indios recibieron sin embargo, algún alivio directo con la protección de la Audiencia, que en varios casos hubo de reprimir los abusos y exacciones de la autoridades como cuando el visitador Don Benito Novoa Salgado destituyo y castigo al Alcalde Mayor en 1675 pero las más de las veces las quejas de los indios no eran debidamente atendidas o se remitían a los juicios de residencia y esto era casi lo mismo que archivarla.
Este modo de proceder de la Audiencia hizo que los indios fueran perdiendo la fe  en la eficacia del tribunal del reino para ampararlos, a la vez que el sentimiento de obediencia ciega a la autoridad y como los Nicoyanos eran altivos y muy valerosos, como lo probaron en sus luchas contra los piratas en el siglo XVII surgió en ellos un espíritu de rebeldía que se manifestó con violencia en el curso de la siguiente centuria, sublevándose varias veces contra los déspotas que los gobernaban. A Don Juan de Luque y Mariscal lo expulsaron de la provincia, Don Francisco de Olaechea tuvo que refugiarse en la iglesia para salvar su vida  y Don Antonio Lopez Ibáñez habría perdido la suya  si no le hubiera amparado el Capitán Don Juan Manuel Narváez con una compañía de milicianos mestizos, esta rebeliones ocurrieron entre los años de 1721 y 1753 sin que se conozcan las fechas precisas.
El 16 de Setiembre de 1756 el rey nombro corregidor de Nicoya  con el salario de 275 pesos anuales, a Don Gabriel de Santiago y Alfeiran quien no tomo posesión hasta dos años después el 22 de Noviembre de 1758. Este funcionario llegaba de España famélico y habido de enriquecerse, cosa bien exiguo salario y en un lugar tan pobre como Nicoya, donde no había mas negocio  que la exportación del hilo teñido con la tinta purpurea de unos caracoles que con mucho trabajo recogían los indios en las rocas del pacifico y que cada día eran mas escasos. El nuevo corregidor emprendió inmediatamente este negocio monopolizando en provecho propio de manera escandalosa, a los indios  a quienes daban ovillos de hilo para que lo tiñesen no solo se le pagaba menos de lo que era costumbre si no que les exigía dos onza mas en cada libra  y a uno de ellos que le reclamaba el pago de un trabajo que le había encomendado  le hizo dar 50 azotes en la picota. Los obligaba a pagar 4 reales más del tributo que les correspondía, así como tres pesos en lugar de cada fanega de maíz que tan solo valía cuatro reales. Hizo un contrato con los indios para que mediante el pago de 200 pesos le suministrasen los materiales  para la construcción de las pilas de un obraje de añil.
Los indios tuvieron que traer  esos materiales desde una distancia de cuatro leguas  en bestias de carga  y parte a hombros, pero cuando llego el momento de pagarles su rudo trabajo, el corregidor le quito el contrato a los alcaldes y lo rompió, declarándoles que aquello era servicio del rey y que nada les debía, obligaba a los indios a trabajar de balde en una calera y otros oficios  y los que reusaban hacerlo los mandaba a azotar.
Los infelices naturales que con motivo de todos estos trabajos sin remuneración y en beneficio exclusivo del corregidor no pudieron hacer sus sementeras de maíz en 1759, presentaron una queja secreta a la Audiencia de Guatemala que fue confirmada  y apoyada por el cura y vicario de Nicoya Don Jose Francisco de Alvarado pero el secreto no fue tan bien guardado que al cabo de algún tiempo no llegase al conocimiento de Don Gabriel de Santiago y Alfeiran quien declaro que la cosa lo tenía sin cuidado porque las quejas presentadas contra el competían al consejo de las Indias y no a la Audiencia por haber hecho el rey su nombramiento. Y como la Audiencia no se dio entendida por esta queja, así como tampoco de otra presentada algunos meses después, los indios comenzaron a temer que fuera verdad lo que decía el corregidor. Este que había reñido con el cura Alvarado por lo de la queja resolvió decidió vengarse de los indios que la habían presentado. En conciliabulus con su amanuense Don Salvador García, Don Gabriel de Torres y Don Pedro Lopez, españoles los tres y familiares suyos, fraguo el plan de su venganza  que consistía en hacer azotar en la picota el día de la Inmaculada Concepción, 8 de Diciembre de 1760, al Alcalde Marcos Hernández, al escribano Cristóbal Jiménez y al Capitán Lorenzo Cabrera, indios principales a quienes consideraba como cabecillas, con este fin hizo venir al pueblo al Teniente mulato Miguel de Aragón, hombre de su confianza con 10 soldados milicianos pero los indios que habían tenido noticia del plan por el Alguacil Nicolás García y un esclavo mulato del corregidor llamado Luis Vélez se presentaron en la plaza aquel día en actitud tan amenazadora  que Gabriel de Santiago y Alfeiran no se atrevió a ejecutar la azotaina proyectada aplazándola para mejor oportunidad que pronto debía presentarse.
En efecto, se había señalado el 25 de Diciembre del mismo año 1760 para hacer en Nicoya a la Jura del rey Don Juan Carlos III y con este motivo debían reunirse en el pueblo las cuatro compañías de milicias de la provincia, compuestas de mestizo y mulatos y con cuya fidelidad y obediencia creía poder contar el corregidor, si bien hechos posteriores revelaron que tal vez en esto se engañaba. Como quiera que fuese, tan seguro estaba el de realizar su venganza  en la fecha escogida que dio la orden al Teniente Aragón de hacerle un azote de ocho ramales  y dijo a sus familiares que el día de pascua iba a correr sangre en la picota pero como no se cuidaba de hablar delante del aguacil García  y el esclavo Vélez estos dieron nuevamente la voz de alarma a los indios que acordaron jugar el todo por el toda, tomado audazmente la ofensiva.
A las cuatro de la mañana del 23 de Diciembre Marcos Hernández y Patricio Pérez Alcalde el primero de la Parcialidad de Abajo  y el segundo de la de Arriba acompañado de Martin Gavilán y otros indios de los mas resueltos, penetraron violentamente en la casa del rey, donde habitaba el corregidor sacaron a este de la cama en camisa le dieron de golpes y se lo llevaron en peso a la cárcel.
Allí lo pusieron con un par de grillos en el cepo del que para hacer esto hubo que sacar a Don Gabriel de Ortega, vecino de Granada de Nicaragua a quien tenía preso el Corregidor. Enseguida apalearon a Don Gabriel de Torres y Don Pedro Lopez y al Amanuense Don Salvador García, a quien acusaban de ser el ángel malo de Don Gabriel de Santiago, lo llevaron a la picota donde se la aplicaron  100 azotes de orden de los Alcaldes y no le dieron más por intercepción del coadjutor Fray Tiburcio Marenco mercedario.
Dueños del campo los indios no se desenfrenaron sin embargo como era de temer en semejante situación. Propusieron a Don Gabriel Ortega que se hiciera cargo del gobierno de la provincia, cosa que este guardo bien de aceptar y formaron un escrupuloso inventario de todos los bienes del corregidor sin que faltase ni un alfiler  cunado estos volvieron a sus manos. Siete días  tuvieron los indios a Don Gabriel en el cepo hasta que acordaron remitirlo con grillos a Guatemala escoltado por once hombres  cuyo el jefe el teniente Antonio Sánchez llevaba un pliego cerrado para el fiscal de la audiencia. Esta resolución revela hasta que punto llegaba la ignorancia e ingenuidad de los indios, cuando pensaron en llevar  a cabo la posibilidad de semejante empresa sin proveer el cumulo de dificultades  con que habrían de tropezar los encargados  de realizarla que por toda recomendación llevaba la de pasar de noche por los poblados, como en efecto lo hicieron en la Villa de Nicaragua pero esa misma noche el baquiano que los guiaba, el Teniente Sánchez y otros individuos de la escolta desaparecieron, quedando con el corregidor tan solo cuatro indios que estuvieron dando vueltas sin saber donde dirigirse hasta que les amaneció en lugar llamado el salitre en que Don Joaquín de Soto y otros les quitaron el preso. Luego llego el Alcalde de la Villa de Nicaragua que ya tenía aviso de lo acontecido en Nicoya y se llevo al corregidor y a los indios que lo escoltaban.
En nuestros Archivos Nacionales se conservan seis expedientes  relativa a esta cuarta sublevación de los indios de Nicoya pero en ninguna de ellos aparece que la Audiencia dictara sentencia contra sus autores, no obstante la gravedad de los hechos, para que no lo hiciesen, cabe suponer que este tribunal se sintió cohibido por la circunstancia de haber dado carpetazo a las quejas de los indios, plenamente justificado por las informaciones que después de la sublemacion mando a levantar y esto implica una responsabilidad grave para la audiencia la que se limitó a ordenar el proceso criminal de los cabecillas y de los Capitanes de la compañía de milicias, acusados de complicidad en el asunto pero el hecho es que todo aquello paro en nada o poco menos. La audiencia dispuso también que Gabriel Santiago y Alfeiran fuese restablecido en su cargo de corregidor de Nicoya para lo cual dio comisión al gobernador de Nicaragua Don Melchor Vidal de Lorca quien a su vez lo hizo ejecutar por Don Pablo de la Vega y Guerra  Alcalde primero de la Villa de Nicaragua, trasladándose este con el Corregidor depuesto y una escolta de 50 soldados al pueblo de Nicoya donde había estado gobernando en completa paz desde hacía varios meses el juez comisario Don Jose Gabriel Muñoz cuyos informes enviados a la Audiencia eran muy favorables a los indios.
El 14 de Setiembre de 1761, en presencia de los Alcaldes, regidores de indios principales del pueblo Vega puso nuevamente en posesión de su empleo a Don Gabriel de Santiago y Alfeiran ausente desde hacía varios meses que había pasado en Nicaragua. Hecho esto y en cumplimiento de las ordenes de la Audiencia Vega hizo prender a varios indios principales el 17 de Setiembre amotinándose por este motivo las indias que llegaron en su osadía hasta amenazar con pegar juego a la casa del rey. Aplacado este motín hubo enseguida otros dos de las mismas indias  y en la noche del 18 de Setiembre se fugaron de la Cárcel cuatro de los presos, Marcos Hernández, Patricio Pérez, Nicolás García y Antonio Sánchez asilándose en la iglesia. El cura interino Don Manuel Tomas de Vargas rehusó entregarlos por lo que se acudió al Obispo Don Fray Mateo de Nava y Bolaños pero cuando llego la orden del prelado para este allanamiento de la iglesia los reos ya iban lejos.
Después de restablecido en su cargo, Don Gabriel Santiago y Alfeiran gobernó siete años mas hasta el 14 de Setiembre de 1768. La dura y Humillante lección recibida, los golpes, los grillos y el cepo sin duda le hicieron cambiar de conducta para con los indios a juzgar por las circunstancias de que no aparece formulado por esto en el juicio de residencia pero el fiscal de la Audiencia desentraño las quejas contra el corregidor en 1761 alegando además los cargos que le hicieron otras personas por abusos comerciales, venta ilícita de aguardiente del Perú  y otras infracciones de la ley. No figura en el expediente respectivo la terminación del juicio de residencia y por esta razón se ignora si Don Gabriel Santiago y Alfeiran tuvo al fin que pagar la multa de mil pesos que le impuso el juez, sentencia la cual apelo, en todo caso estaba en circunstancias de hacerlo sin ninguna dificultad, porque después de 10 años la Alcaldía mayor de Nicoya, ya no faltaba el dinero, a pesar de que era tan largo tiempo solo había cobrado 2750 pesos de salarios.

En Revistas de los Archivos Nacionales, Tomo 2 Mayo-Junio 1938, N 7 y 8, pp 362-366  
   
                       

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